Pedro Valera
Los estudios sobre el arte del África negra.
Pedro Valera, dibujante y pintor, un niño de posguerra, de esa posguerra española que parece haber sido, a pesar de todo, una fuente de sensibilización y motivaciones. Pedro nace en 1949, medio siglo después del descubrimiento del arte africano, «L’art nègre». En realidad, el arte negro se halla más allá de nuestro horizonte. Está impregnado de un clima del que no tenemos experiencia alguna, y del cual, pese a las apariencias, tenemos tan sólo un mínimo de datos reales. Además, nada seguro se sabe de los orígenes de esta cultura, de su arte o de su desarrollo, o de su influencia sobre artes posteriores.
Como reza el título cinematográfico de Vila-San-Juan: «Barcelona era una fiesta underground (1970-1980)». La colección fílmica de la Filmoteca de Catalunya arrancó en 1981. Uno de los pases que cambió la mirada de Pedro Valera fue «Les statues meurent aussi» / «Las estatuas también mueren» (Francia, 1953); treinta minutos dirigidos por el gran Chris Maker, con la ayuda de Alain Resnais. «Cuando los hombres están muertos, entran en la historia. Cuando las estatuas están muertas, entran en el arte. Esta botánica de la muerte, es lo que nosotros llamamos la cultura -entre el arte africano y el occidental.” Las estatuas y las máscaras tradicionales de África, construidas por los hombres y mujeres del mundo no literario, eran tiradas después de su uso ceremonial; tranquila y simplemente se abandonaban hasta pudrirse; esto era un proceso rápido para la madera y otros materiales orgánicos en los climas calurosos y húmedos.
Pedro compartía estrecha amistad con Rafael Auraleón, mítico dibujante en las ediciones de Creepy, editado por Jim Warren en USA. El cine, la pintura, el jazz, el soul y el funk eran un invento del futuro. Mati Klarwein, Miles Davis, Sun Ra, Pharoah Sanders, Earth Wind & Fire, Parliament, Moebius, películas de animación de Rene Laloux y Ralph Bakshi, y películas de siempre, de Sjöström, Vertov, Dreyer, Eisenstein, Mizoguchi, Rohmer, Bergman, Welles, Bresson, Val del Omar, Tarkovski, Greenaway, Godard, Sokurov…Pedro soñaba en contar cosas a través del dibujo. Urbes futuristas. Autopistas voladoras. Colores improbables. Planetas desolados. Máquinas. Humanoides. Cybernética. Con esta simbiosis de lo orgánico con lo inorgánico se plasmaba un mundo imaginario, plagado de figuras espectrales, ancestrales. Tales representaciones evocaban el arte afrofuturista. Una recreación del expresionismo capaz de abarcar mundos de naturaleza fáustica y liberal, con todas sus cloacas y vertederos más ocultos. Escenarios ambiciosos, desenfrenados, destellos de grandeza creados por el pincel inigualable de su máxima cúspide, Abdul Mati Klarwein.
El problema no era sólo como sacarle partido, sino también como equipararlo con las antiguas Bellas Artes. Además, empiezan los principales problemas a los que Pedro ha tenido que enfrentarse: no sabemos casi nada nada de la cultura madre ni de la importancia de las esculturas en esa cultura. Hay otros muchos ejemplos, desde el remoto arte rupestre del Sáhara, que no parece relacionado con ninguna tradición artística existente hoy en día, hasta el arte de las esculturas de terracota de Nok, incluso el arte de los Ashanti que surge claramente de una base anterior al siglo dieciocho. A veces se entremezclan historias diferentes. Pedro averiguó que, estrictamente hablando, nunca se ha escrito una historia del arte de África o del Oriente próximo.
En 1982, Ediciones Cátedra lanza el libro «Arte y arquitectura del Oriente Antiguo» de Henri Frankfort, una de las más destacadas autoridades en el mundo de la arqueología y la historia antigua del cercano oriente. No hace falta ser mahometano para darse cuenta que la más valiosa reliquia del Islam es el sandshak-i-sherif, la bandera santa que Mahoma llevó en la guerra que concluyó con la conquista de la Meca. En la Arabia Saudí, patria de Mahoma, se encuentra el baldaquín verde como símbolo de la fe islámica de un pueblo que vivía en el desierto. Mahoma, con tan solo un manto y un turbante verde pudo ver en Persia lo que otros, guiados por el espíritu santo no supieron ver. Pedro andaba en la lectura: IBN ARABI, «Tratado de la unidad». Nacido en Murcia (1165), Mohidin Arabi es todo un referente del misticismo neoplatónico musulmán. Arabi se declara discípulo de Algazel y Abenmasarra; de éste toma las ideas de Plotino y los alejandrinos: «su fuente principal es el Corán, pero la inteligencia de este hombre supo darle una visión realmente ingeniosa para desvanecer toda duda posible de heterodoxia»
A partir de entonces, Pedro se dedica al estudio de las primeras manifestaciones artísticas en Africa y en diferentes regiones y los artefactos de las antiguas culturas egipcia, mesopotámica -desde la época sumeria hasta los periodos asirio tardío y neobabilónico y las regiones periféricas, Asia Menor, Siria, Palestina y Persia-, de los nubios y de Nok, de la zona geográfica que abarca desde el Sáhara de la región del Cabo y desde Etiopía, en el este, al delta del Niger y Benín, en Occidente.
«MASSAI: JAMBO!», Arsenal Atlas (1985-87), es el resultado de un viaje por África, Asia y Oceanía en trece programas documentales experimentales, sin la andadura de un presentador, sólo con el audio de las músicas de los países y sus habitantes. Fue una producción pionera utilizando el formato Video 8. El equipo, de cinco personas, dirigido por Manuel Huerga -también el responsable del Departamento de Vídeo de la Fundació Joan Miró, 1980-83-, habían grabado la vida cotidiana de los lugares localizados en Tanzania: Arusha, Makuyuni, Lake Manyara, Ngorongoro Crater, Olduvai Gorge, Serengheti National Park, Enkigarret. Concretamente el episodio 11: MASSAI: JAMBO!
Tras el suicidio de Rafael Auraleón, en 1988, Pedro desaparece del cómic y desaparece un montón de gente más que se dedicaba a trabajar para fuera de España. La sensación fue tan tremenda que, después de tantos años mantengo fresco ese recuerdo. Mi padre, quiso expresar en la pintura ese aspecto fantasmal que puede tener el mundo en que vivimos. Es algo que sólo se aprecia desde fuera. Tiene un tono onírico muy potente.
En 1989, Alianza Forma lanza la edición de Werner Gillon «Breve historia del arte africano». Ese mismo año, Pedro viaja a Egipto. Las Pirámides, los templos, las escenas, las tumbas y los escribas de contornos -en el caso de Tutankamón resulta difícil separar la escultura de las artes aplicadas-. Musée Égyptien du Caire en la República Árabe de Egipto: su catálogo de 1987, con más de trescientas obras publicadas por Verlag Philipp von Zabern.
En la década de los años noventa, el simbolismo egipcio se hace visible en las editoriales. La comprensión de los principios del arte egipcio y de su desarrollo histórico pueden introducirnos en el conocimiento de la magia y del simbolismo subyacentes en los misterios de la humanidad. Todas las obras de los egipcios eran verdaderos jeroglíficos que precisan de una descodificación. El concepto egipcio de magia estaba también basado en una concepción de la naturaleza implícita de las cosas, la creencia de una fuerza universal sobrenatural que, aun siendo prerrogativa de los dioses, era sin embargo accesible a los humanos a través de significados comprensibles.
En 1997, Alianza Forma traduce el libro de Lise Manniche «El arte egipcio». En octubre de ese mismo año, nace National Geographic España, revista oficial de National Geographic Society, que, entre 1921 y 1923, imprimió las primeras fotografías de la Gran Esfinge y la Gran Pirámide, y la tumba de Tutankamón, en el Valle de los Reyes.
La antigua civilización egipcia, perdida y olvidada, fue recobrándose en el tesón de Pedro. En un mundo como el actual, en el que la contaminación lumínica nos priva de la relajan visión de las efímeras estrellas fugaces, el moderno hombre de la ciudad ha perdido esa fascinación por contemplar el oscuro firmamento.
En el nuevo milenio, Pedro Valera siente una atracción especial por la lectura de «Hablan los dioses» Crítica Editorial (2003), Richard H. Wilkinson «Magia y símbolo en el arte egipcio» Alianza Forma (2003), José Llull «La astronomía en el antiguo Egipto» PUV (2006). En la antigüedad, el ser humano sentía una atracción desmesurada por los fenómenos que tenían lugar en la bóveda celeste, y ninguna de las grandes civilizaciones se vio apartada de este interés. Los astrónomos-sacerdotes ocupaban puestos de relevancia y prestigio tanto en Africa como en Egipto como en Mesopotamia o en el mundo Maya. Eran ellos de vigilar el cielo, de contar el paso del tiempo, eran los observadores del orden cósmico y, por ello, responsables de observar, medir y calcular, el devenir de dicho orden. De allí tenemos una enorme cantidad de tablillas, como Issues: UPPER EGYPT SERIES.
David DeCe, 2013.